El
modelo de
psicoterapia IFS es
una terapia basada en la evidencia que supone un nuevo paradigma en
la manera de entender la mente y hacer terapia. Un modelo que a mi
especialmente, me tiene enamorada, tanto por su belleza como por su
efectividad. ¡Y es que nunca había visto cambios tan
rápidos y duraderos hasta que conocí este modelo!
El
nombre, IFS
viene de las siglas en inglés de Internal
Family Systems;
en español Sistemas
de la Familia Interna.
Este modelo ha sido creado por Richard C. Schwartz PhD en base a su
experiencia y observación clínica como terapeuta
familiar trabajando con adolescentes diagnosticadas de trastornos
alimentarios graves. Tras más de 30 años de práctica
y consolidación, este modelo es, a día de hoy, uno de
los que más expansión y aceptación están
teniendo tanto a nivel clínico como en el marco del desarrollo
personal e incluso, como estilo de vida y social. Puedes
descubrir más en www.ifs-institute.com
y en www.institutoifs.com.
Para
entender este modelo hemos de asumir e integrar un nuevo concepto:
nuestra mente es
múltiple. Estamos
acostumbrados a la idea de que solo tenemos una mente y eso no es
así.
Nuestra
mente está compuesta por diferentes partes o subpersonalidades
que colaboran entre ellas y nos hacen ser quienes somos.
Cada
una de estas partes tiene vida propia y adoptan diferentes roles y
funciones en nosotros para ayudarnos en nuestro día a día
y dar sentido a nuestras experiencias. Todos nacemos con diferentes
partes y estas partes están con nosotros toda nuestra vida.
Estas partes poseen inmensas cualidades y funciones que son a fin de
cuentas las que nos dan color.
No
obstante, debido a diferentes situaciones en la vida, estas partes
pueden verse obligadas a ejercer roles extremos para ayudarnos a
sobrevivir. Estas situaciones suelen estar relacionadas con
experiencias traumáticas, heridas causadas en las relaciones o
incluso experiencias traumáticas que vivieron nuestros
antepasados (si te interesa en estos posts puedes leer más
acerca del trauma y el trauma transgeneracional).
Si
bien cada parte tiene sus características, podemos dividir a
todo el conjunto de partes en dos grandes grupos según los
roles extremos que se ven forzados a ejercer: las partes protectoras
y las partes exiliadas.
Las
partes protectoras
Nos
protegen normalmente o bien de otra parte protectora o de una parte
exiliada. Son las partes que han tenido que intensificar y llevar al
extremos sus roles para que podamos sobrevivir. Son partes muy fieles
a nosotros y pese a que sus acciones o maneras a veces puedan
resultar muy extremas y desconcertantes, siempre vemos que la
intención final es ayudarnos.
Según
la forma en la que nos protegen hablamos de partes directivas y
partes bomberas.
partes
directivas
Suelen
estar preocupadas por el mundo externo y se preocupan por hacernos
funcionar en el mundo en el que vivimos.
partes
bombero
Aparecen
cuando hay que apagar el fuego; cuando las emociones son tan intensas
que lo importante es terminar con ellas y evitar que nos invadan. Son
muy eficientes en su labor, pero se preocupan poco por las
consecuencias en el entorno a largo plazo algo que, la verdad, no
suele gustar mucho a las partes directivas.
Las
partes exiliadas
Son
aquellas que normalmente vivieron las experiencias dolorosas. Son
partes que cargan con las emociones y la vulnerabilidad de lo que
pasó; y por eso los protectores quieren mantenerlas bien
escondidas y no dejar que todo lo que cargan salga a la superficie.
Algo
común a todas estas partes es que viven “atascadas en el
tiempo.”
Estas
partes siguen estando en el pasado, en el momento en el que o bien
ocurrió lo que ocurrió o bien se vieron forzadas a
extremar sus roles. Y han estado tanto tiempo ahí, haciendo
su función, que no están al tanto de que la situación
ahora es diferente. Poco a poco se han ido organizando para mantener
todo este sistema interno (de ahí el nombre de la terapia) en
el más perfecto equilibrio.
Existe
además otra parte, que en realidad no es una parte; sino que
es nuestra esencia, nuestro líder interno. En este modelo a
esta “no parte” la llamamos el Self y está
en todos nosotros desde siempre.
A
medida que nuestras partes protectoras van extremando sus roles van
tapando al Self hasta el punto que pueda parecer que no existe. Pero,
a medida que pueden volver a empezar a confiar y dejar espacio,
nuestro Self, nuestro líder interno, va emergiendo de nuevo y
es quien es capaz de aportar a todas estas partes lo necesitan.
El
Self se caracteriza por la curiosidad, la calma, la compasión,
la confianza, el coraje, la claridad, la creatividad y la conexión.
La
terapia IFS consiste en primer lugar en conocer bien a estas partes
protectoras. Conocer bien cuál es su función, los
motivos que tienen y sobre todo, cómo nos están
intentando ayudar. A medida que las partes protectoras empiezan a
confiar, pueden ir cediendo espacio al Self; que al tener más
acceso a las partes exiliadas, puede ayudarlas a desprenderse de las
cargas y emociones que llevan ancladas a ellas desde hace tanto
tiempo.
Una
vez ésto es posible, estas partes exiliadas pueden volver a
recuperar todas sus cualidades iniciales (por ejemplo, la conexión,
la creatividad, la relajación…) Las partes protectoras
ya no tienen por lo tanto que dedicar todo su tiempo y energía
a tener bajo control a estas partes para evitar que las emociones y
cargas que contenían puedan desbordarnos; y pueden también
volver a sus roles naturales, elegir nuevos roles que les gusten más
o simplemente descansar, ¡que bien merecido lo tienen!
De
esta forma nuestro sistema podrá continuar en equilibrio desde
el liderazgo del Self.
¿Suena
bien y fácil, verdad? ¡ Y lo mejor de todo es que lo es!
La
finalidad de la terapia es que nuestras partes protectoras permitan
el espacio para que el Self pueda emerger y ayudar a las partes
exiliadas a desprenderse de sus cargas; para que todo el sistema
pueda recuperar sus cualidades y equilibrio desde el liderazgo del
Self.
¿Quieres
saber cómo se aplica todo
ésto en la práctica?
Lee entonces este post donde
te cuento algunos ejemplos más
concretos.